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Los malvados pensaron que podían oprimir
al pueblo consagrado a ti,
pero fueron ellos los que, aprisionados por la oscuridad
y cautivos de una noche interminable,
tuvieron que quedarse encerrados en sus casas,
sin gozar de la luz que tú, en tu providencia, siempre das.
Pensaron que los pecados que cometían en secreto
quedarían ocultos
bajo el oscuro manto del olvido,
pero, en realidad, tuvieron que huir en todas direcciones,
terriblemente asustados por apariciones
que los llenaban de terror.
De hecho, ni siquiera escondiéndose en sus casas
pudieron librarse de ese miedo.
Por todas partes oían ruidos que los aterraban,
y se les aparecían figuras espantosas de aspecto horrible.

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